Un hombre que vive en La Plata llevó su reclamo a la Justicia y hace cinco años obtuvo una indemnización de casi 24.000 dólares. Tuvo que probar el daño físico y psicológico originado por el insomnio y el estrés que le produjo el hotel alojamiento
Los sobrinos más chicos no podían visitarlo en su casa. Los nietos de sus amigos más cercanos, tampoco. Esos amigos se reían la primera y hasta la segunda vez que eran testigos de lo que pasaba, pero a la tercera ya les parecía queno era tan gracioso. Alguna mujer con la que salía conoció en detalle su padecimiento, en la intimidad de esa casa que se había convertido en un infierno.
El vecino vuelve a los recuerdos de cómo le ganó un juicio por daños y perjuicios al hotel alojamiento del que todavía es vecino con la voz y las palabras yendo y viniendo de dos sensaciones: el alivio porque finalmente ya no lidia con los ruidos molestos con los cuales, asegura, “era imposible vivir”, y esa especie de escalofrío capaz de resetear y traer al presente cualquier trauma que una persona haya atravesado.
“Muchos me decían que por qué no me mudaba. Que por qué no me iba a vivir a un lugar más tranquilo y dejaba de vivir en este lugar para no sufrir más, pero yo no quería resignarme e irme, tenía el lugar para vivir cómodo. No fue fácil todo el proceso, pero valió la pena”, le dice Jorge
A mitad de camino entre la cancha de Estudiantes y el Bosque, donde es local Gimnasia, en pleno barrio Mondongo y a tres cuadras de donde empieza “oficialmente” la llamada Zona Roja, el vecino convivió durante años con ruidos que sólo pudo amortiguar -ni siquiera callar completamente- a través de un juicio civil
La sentencia fue de 2018 pero el pago y el traslado del lavadero se produjo en 2019, hace cinco años.
En el juicio, que fue oral aunque no es lo habitual para el fuero Civil y Comercial, declararon unas catorce o quince personas, según recuerda Jorge. “Fue muy intenso, revivir todo eso fue difícil y a la vez había que exponer la intimidad. Declaró, por ejemplo, una chica que salía conmigo: por cómo son ‘las generales de la ley’, no le deberían haber permitido declarar por la relación que nos unía, ¿pero quién podía atestiguar qué ruidos había en mi casa a las tres de la mañana si no era una persona cercana?”, explica Ruiz. La jueza habilitó el testimonio. También declararon algunos de sus amigos.
En el juicio, no sólo describió los ruidos que se escuchaban desde el lavadero, los más potentes de los que sentía del otro lado de la medianera. “También hablé de los ruidos provenientes de las habitaciones, claro. Son los ruidos que puede imaginarse cualquiera en el contexto de una relación sexual, hay gente que hace más ruidos y gente más silenciosa. A eso hay que sumarle tacos a cualquier hora y las máquinas para limpiar que se usaban inmediatamente después de cada turno. La aspiradora chocando contra los muebles y contra la pared”, reconstruye.
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