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Con un escenario de meseta “alta” y baja de casos “más leve de lo esperada” cuando el 21 de mayo se dispusieron los nueve días de confinamiento estricto, en el Gobierno admiten que la próxima etapa no contemplará fase 1, pero buscan desarmar cualquier expectativa de mayores flexibilizaciones: en la hoja de ruta que delinean en la Casa Rosada, aseguran, se respeta el semáforo epidemiológico que sirvió de base para los DNU anteriores y para el proyecto que ya fue aprobado en el Senado y esta semana el oficialismo hará un intento por convertir en ley en la Cámara de Diputados. Si no sale, estará listo un nuevo DNU, con muchas semejanzas.
Esto implica, entre otras restricciones, que de lunes a viernes se mantenga la actividad nocturna reducida, con límite para la circulación entre las 20 y 6, gastronomía y bares sólo al aire libre, prohibición de reuniones sociales y transporte público con un listado acotado de esenciales.
También que en el Area Metropolitana de Buenos Aires, el Gobierno insista con el dictado de clases virtuales y se postergue el regreso de la presencialidad en la Provincia.
Tras el fallo de la Corte Suprema de Justicia, la situación de las clases en la Ciudad excede a la voluntad del Gobierno nacional y, en consecuencia, los movimientos de Horacio Rodríguez Larreta generan recelo y broncas en Balcarce 50. “Va a tener que hacerse responsable de no cumplir con la ley”, se quejan cerca del Presidente, ante la decisión del alcalde porteño de mantener la presencialidad en el nivel inicial, en el primario y en los dos primeros años del secundario.
Pero podría ser peor el clima entre ambas administraciones si, ante la baja de casos, desde Uspallata deciden ampliar la presencialidad para el resto de los estudiantes secundarios, terciarios y de Centros de Formación Profesional. Es un tema que desvela a funcionarios nacionales. Quienes mantienen contacto subterráneo con sus pares porteños así lo dejaron saber. “No la embarren más, dejen todo como está”, fue el mensaje casi a modo de tregua que envió uno de ellos. Del otro lado, no hubo respuesta: el tironeo con Patricia Bullrich impide hacer promesas.
La coincidencia entre la ministra de Salud, Carla Vizzotti, y el tándem bonaerense integrado por Daniel Gollan y Nicolás Kreplak, que suelen anticipar con notable eficacia el rumbo de las decisiones sanitarias nacionales, es que los casos han bajado. Pero el Gobierno no quiere dar pasos en falso y sabe que una apertura los fines de semana podría generar un relajamiento social que impactaría rápidamente en la curva.
Por eso, toma fuerza la posibilidad de que desde el viernes a las 20 hasta los lunes a las 6 de la mañana se mantenga la obligación de hacer un aislamiento estricto. “Hay que dosificar y guardarlo para cuando haya que pedir un último esfuerzo. Con estos números podemos mantener todo como está, pero es clave no dar señales contradictorias y que la gente piense que ya pasó”, reflexiona un funcionario con despacho en el primer piso de la Casa de Gobierno.
La fuente insiste en que la salida, más allá de las restricciones, es que no se genere “un cuello de botella” en el plan de vacunación. Es que si hasta hace unas semanas la gran preocupación del Gobierno estaba centrada en la demora en la llegada de los aviones con las dosis, en los últimos días buena parte de la atención pasó a estar puesta en el Monitor Público de Vacunación, que registra que ya se distribuyeron 17.863.890 dosis a las 24 provincias y que se aplicaron casi tres millones y medio menos: 14.336.164.
“Necesitamos que las provincias que están más rezagadas aceleren un poquito”, rezongan. Es el mensaje que, con buenos modales y salomónicamente, trasladarán Vizzotti y el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro”, en la reunión de esta tarde con los gobernadores.
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