“LA MUERTE DE CÉSAR AIRA”, DEL RINCONERO FRANCISCO BITAR, UN TEXTO FRONTERIZO PARA INAUGURAR UN SELLO

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Entre la parodia, la fan fiction, la crítica y el ensayo filosófico, el breve libro es el primer título de Siete Vidas Ediciones, nuevo proyecto en San José del Rincón.

Hay una generación que siente escurrirse sus mejores años vegetando en los márgenes mientras aguarda su turno para entrar en escena. Mientras tanto, la generación anterior se aferra a sus puestos, llena estadios y no da señales de querer dejarles espacio. 

Francisco Bitar (Santa Fe, 1981) «mata» simbólicamente al escritor más prolífico de la generación anterior en un libro tan fascinante como inclasificable: La muerte de César Aira, el primer titulo de 7 Vidas Ediciones. El editor y diagramador rosarino Patricio Bordes convocó a Germán lavini para el dibujo de tapa y el calado del interior y a Nati Fessia para el diseño de tapa. El isotipo, que representa a un gato o gata de cola peluda, es un homenaje a su gata Mirta. Poeta inédito, formado en Antropología, radicado en el pueblo costero de San José del Rincón junto a la capital provincial, y experimentado editor de proyectos colectivos en Rosario, tanto en el sello independiente De puño y letra como en el resurgimiento de Editorial Biblioteca (de la Biblioteca Popular Constancio Vigil), Patricio Bordes encara su primer proyecto editorial solista con un libro sui generis. La muerte de César Aira no es fan fiction, no es parodia, no es crítica, no es un ensayo filosófico, y a la vez reúne todos esos géneros -con una prosa deslumbrante de belleza y lucidez, rica en ideas- en una breve pero profunda reflexión sobre la fenomenología del escribir, que se permite toques de humor y de ironía. Narrado en un tono parco y flemático, La muerte de César Aira es literatura vuelta autoconsciente, literatura que revisa su propio sistema. La idea de una relación entre literatura y vida es planteada aquí al revés de las vanguardias: no como una afirmación sino como una negación mutua, una mutua exclusión. La muerte literal del autor (Aira, a todo esto, sigue vivo y he ahí el chiste, aunque difícilmente le cause gracia) reacomoda estas categorías mientras su cadáver deviene espectáculo, y la eulogia (despedida) está a cargo de su amigo y coterráneo Arturo Carrera (vivo, también, al cierre de esta edición). El libro, performáticamente, está fechado: fue escrito en 12 días, del 20 de abril al 2 de mayo. 

Otra figura literaria argentina a la que aborda es la del escritor Osvaldo Lamborghini. También remite a Baudelaire y a Rimbaud, franceses, precursores de las vanguardias. «La leyenda de Osvaldo Lamborghini quizá significó el punto más alto de esta tensión irresoluble, la prueba de que, a mayor deseo de saltar el cerco hacia la vida, mayor será también el encadenamiento a escribir. Porque todo parece indicar que, al llamado de la vida, el escritor responde con un decepcionante desvío literario. Y, mientras más urgente se presenta ese llamado, mayor será el vicio de la literatura», escribe Bitar.  

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