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La figura del político ha sido mediáticamente bastardeada de manera pública para que su expresión sea sinónimo de error, y se interprete socialmente a la política como algo malo para el pueblo. La política debería ser una actividad colectiva, basada en principios, ideas y proyectos que representen una clase social o sector. Sin embargo, en la actualidad, la política se centra en nombres, y esto es debido a una mala gestión o falta de acción en la política.
En los años 90, se produjo un cambio en la interpretación y forma de hacer política, donde se generaron personas por encima de las plataformas electorales, lo que dio identidad a las figuras y no a los partidos políticos. Los partidos fueron vaciados de la discusión de proyectos políticos colectivos de representación y, como resultado, perdieron su identidad. Aunque algunos movimientos como el peronismo intentan mantener su identidad política, por fracciones que dan pelea internamente desde la discusión; el resto ha sido absorbido por el liberalismo ideológico.
Sin embargo, mientras exista un mínimo de comprensión de que la sociedad debe debatir y organizarse para solucionar sus problemas, existe esperanza de vivir en un mundo mejor. La política debería ser un proceso de «primero debatir, luego acordar, organizar después y elegir a las mejores personas para llevar a cabo lo proyectado». Sin embargo, en la actualidad, se hace todo al revés: aparece alguien que dice ser candidato y no nos preguntamos cómo y por qué.
Este descreimiento en la política se debe a la falta de claridad en su representación. La política debería ser algo más que una persona que se presenta como candidato. Los verdaderos políticos son aquellos que emergen de los colectivos, como Lula, quien surgió de la lucha obrera y del Partido de los Trabajadores en Brasil. Así como Perón en su época, Néstor y Cristina por dar ejemplos claros de lo que significa la representación de colectivos que se expresan en candidaturas que encarnan la idea de un proyecto.
En definitiva, para lograr una política más justa y representativa, debemos volver a la esencia de la política, como actividad colectiva, de militancia y discusión, basada en principios y proyectos claros de representación. Solo así podremos tener una política verdaderamente democrática y eficaz.