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Buscaban a un hombre y su hijo, acusados de ser los autores del homicidio, pero no los hallaron. Los uniformados sí encontraron armas de fuego de fabricación casera, conocidas comúnmente como «tumberas», y elementos robados.
La policía allanó este miércoles un «rancho» ubicado en la zona de islas del arroyo Leyes en busca de dos sospechosos por el crimen ocurrido el domingo pasado en el paraje Los Zapallos. El procedimiento fue solicitado por el fiscal que investiga el hecho, el doctor Martín Torres, y ordenado por el juez Rodolfo Mingarini.
La ejecución del operativo se realizó en horas de la madrugada de este miércoles de manera coordinada con distintas fuerzas: Dirección de Seguridad Rural «Los Pumas», Guardia Infantería de la Unidad Regional VII, Grupo de Operaciones Tácticas de la Unidad Regional I, Brigada Operativa Antinarcóticos VII y Sección Canes detectores de la Agencia de Investigación Criminal.
Los uniformados irrumpieron en la precaria vivienda y también rastrillaron las inmediaciones, pero no pudieron hallar a los prófugos, que serían un hombre y su hijo. En el inmueble sí encontraron, entre otras cosas, una «tumbera» (escopeta de fabricación casera) y municiones.
Además, secuestraron distintos elementos que estaban ocultos en matorrales cercanos y que habían sido robados a fines del mes pasado de una propiedad de Los Zapallos que fue saqueada: ropa, toallas, sábanas, artículos de cocina, herramientas y garrafas, entre otras cosas.
Mientras los policías trabajaban en el lugar observaron que un hombre navegaba a algunos metros en actitud sospechosa y decidieron interceptar su piragua. Adentro llevaba otra «tumbera» y algunos elementos sospechosos, como medicamentos y también jeringas. Este sujeto fue aprehendido y puesto a disposición del Ministerio Público de la Acusación por tenencia de arma de fuego de uso prohibido y encubrimiento de robo. Iguales cargos enfrenta la mujer que se encontraba en el domicilio allanado, pero ella no fue esposada.
El crimen que se investiga ocurrió durante los primeros instantes del domingo pasado, cuando Julio César Farías (de 36 años) y su hermano Tomás Farías (de 20) fueron atacados a quemarropa con tiros con escopeta. El primero fue alcanzado por una perdigonada en la zona abdominal y murió cuando era trasladado al Hospital José María Cullen. El menor sólo sufrió lesiones en una de sus piernas y su vida nunca corrió peligro.
Sus familiares culparon por el asesinato a dos vecinos con los que mantenían un enfrentamiento y, en las horas siguientes, en un ataque de ira, incendiaron al menos tres propiedades de personas de su sangre. También ardieron varios automóviles. Todo no terminó en nuevas tragedias por la buena fortuna y por la intervención de policías y bomberos.